Las lupercales nacen, como tantas fiestas, de una historia de leyenda
Borja era vecino mío. Tenía un pene de dimensiones descomunales que manejaba cuidadosamente. Su piel era tostada y su acento sureño puso música a ciertas de mis noches. Cuando su novia se quedó embarazada, concluimos con nuestra relación.
